Antes que nada conviene que aclaremos el título de este texto; ¿a qué nos referimos cuando hablamos de materialismo filosófico?
Según esta concepción, el mundo -y por extensión el universo- es material, existente objetivamente fuera e independientemente de la conciencia. La materia es primaria y la conciencia y el pensamiento son propiedades de ésta a partir de un estado altamente organizado. El pensamiento en tal sentido es un nivel superior del conocimiento humano, proceso de reflejo de la realidad objetiva.
Marx nunca utilizó los términos "materialismo histórico" o "materialismo dialéctico"; se refirió a su propio "método dialéctico" en contraste con el de Hegel y a su "base materialista", con lo que se refería simplemente a las condiciones fundamentales de la existencia humana (y que tomará como base para todo su trabajo).
Antes de comenzar con el análisis, quería nombrar algunas personas que hicieron posible -con sus ideas- el posterior pensamiento de Marx.
Dos nombres resuenan en todo esto: Georg Wilhelm Friedrich Hegel y su discípulo, y luego crítico, Ludwig Andreas Feuerbach. Estas dos figuras de la filosofía alemana, fueron en ese orden, influencias directas de Marx y Engels hasta la delimitación de su materialismo en obras como La Tesis sobre Feuerbach (1845) y La ideología alemana (1846).
Ahora si, partiendo de las palabras de Fromm del artículo anterior sobre el concepto de espiritualidad de Marx, nos propondremos analizar un poco esta cuestión con citas de trabajos que hacen al pensamiento socialista.
[…] existe el supuesto, igualmente difundido, de que Marx descuidó la importancia del individuo; de que no tenía respeto ni comprensión por las necesidades espirituales del hombre y que su "ideal" era la persona bien alimentada y bien vestida pero sin alma".”La crítica de la religión que hace Marx se considera idéntica a la negación de todos los valores espirituales y esto parece aún más evidente a los que suponen que creer en Dios es la condición de toda orientación espiritual”.
“El fin de Marx era la emancipación espiritual del hombre, su liberación de las cadenas del determinismo económico, su restitución a su totalidad humana, el encuentro de una unidad y armonía con sus semejantes y con la naturaleza.”
[…]La crítica de la religión es la condición primera de toda crítica. El hombre que en la realidad fantástica del cielo, en el que ha buscado a un superhombre, no ha encontrado más que el reflejo de sí mismo, no estará más tentado que encontrar su propia apariencia, el hombre inhumano, allí, donde, fresca y llanamente, debe buscar su realidad verdadera.
[…]El fundamento de la crítica religiosa es: el hombre hace la religión, y no ya, la religión hace al hombre. Y, verdaderamente, la religión es la conciencia y el sentimiento que de sí posee el hombre, el cual aún no alcanzó al dominio de sí mismo o lo ha perdido ahora. Pero el hombre no es algo abstracto, no es un ser fuera del mundo. Quien dice: "el hombre", dice el mundo del hombre, el estado, la sociedad.
Este Estado, esta sociedad, producen la religión que es una conciencia absurda del mundo, porque son un mundo absurdo. La religión es la teoría general de este mundo, su resumen enciclopédico, su lógica en forma popular, su "point d'honneur" espíritualista, su exaltación, su sanción moral, su solemne complemento, su consuelo y justificación universal. Es la realización fantástica del ser humano, porque el ser humano no tiene una verdadera realidad. La lucha contra la religión es, pues, directamente, la lucha contra aquel mundo, cuyo aroma espiritual es la religión.
La miseria religiosa es, a un tiempo, la expresión de la miseria real y la protesta contra ella. La religión es el sollozo de la criatura oprimida, es el significado real de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una época privada de espíritu. Es el opio del pueblo.
La eliminación de la religión como ilusoria felicidad del pueblo, es la condición para su felicidad real. El estímulo para disipar las ilusiones de la propia condición, es el impulso a eliminar un estado que tiene necesidad de ilusiones. La crítica de la religión, por lo tanto, significa, en germen, la crítica del valle de lágrimas, del cual la religión es la aureola.
La crítica ha arrancado las flores imaginarías que ocultaban la cadena, no para que el hombre arrastre cadenas desprovistas de todo ensueño y consuelo, sino para que las rechace y recoja la flor viviente.
La crítica de la religión desengaña al hombre, el cual piensa, obra, compone su propia realidad, como si hubiera perdido sus ilusiones, que ha abierto los ojos de la mente, que se mueve en torno de sí mismo, o
sea en torno de su sol real. La religión no es más que, el sol ilusorio que gira alrededor del hombre, en tanto que éste se mueva en torno de sí mismo.
La tarea de la historia, por lo tanto, es establecer la verdad del aquí, después de haberse disipado la verdad del allá. Antes de todo, el deber de la filosofía, que está al servicio de la historia, consiste en desenmascarar la aniquilación de la persona humana en su aspecto profano, luego de haber sido desenmascarada la forma sagrada de la negación de la persona humana. La crítica del cielo se transforma, así, en la crítica de la tierra; la crítica de la religión en la crítica del derecho; la crítica de la teología en la crítica de la política.
Marx: "Contribution a la critique de la philosophie du drolt de
Hegel" (1844). Oeuvres philosophiques, t. I, págs. 83, 84, 85. Costes,1924.
La concepción del socialismo de Marx es una protesta, como lo es toda la filosofía existencialista, contra la enajenación del hombre; si, como dice Aldous Huxley, "Nuestros sistemas económicos, sociales e internacionales de la actualidad se basan, en gran medida, en el desamor organizado", el socialismo de Marx, es una protesta contra este mismo desamor, contra la explotación "del hombre por el hombre” y contra su explotación respecto de la naturaleza, el desprecio de nuestros recursos naturales a expensas de la mayoría de los hombres de hoy, y más aún de las generaciones venideras. El hombre desenajenado, meta del socialismo como ya lo hemos demostrado, es el hombre que no domina a la naturaleza, sino que se identifica con ella, que está vivo y reacciona ante los objetos, de modo que los objetos cobran vida para él.
¿No significa todo esto que el socialismo de Marx es la realización de los impulsos religiosos más profundos, comunes a las grandes religiones humanistas del pasado? Así es, siempre que comprendamos que Marx, como Hegel y otros muchos, expresan su preocupación por el alma del hombre no en términos teístas sino filosóficos.
Marx combatió la religión precisamente porque está enajenada y no satisface las verdaderas necesidades del hombre. Al combatir a Dios está combatiendo, en realidad, al ídolo llamado Dios. Ya de joven había escrito como lema de su disertación: "No carecen de Dios los que desprecian a los dioses de las masas sino los que atribuyen -las opiniones de las masas- a los dioses."
El ateísmo de Marx es la forma más avanzada de misticismo racional, más cerca de Meister Eckhart o del budismo Zen que la mayoría de aquellos que dicen combatir en favor de Dios y la religión y lo acusan de "ateísmo".
“Marx y su concepto del Hombre”
Pág. 73, 74. Erich Fromm, 1961.
“De la misma manera, la cualidad superada equivale a la cantidad, la cantidad superada equivale a la medida, la medida superada equivale a la esencia, la esencia superada equivale al fenómeno, el fenómeno superado equivale a la realidad, la realidad superada equivale al concepto, el concepto superado equivale a la objetividad, la objetividad superada equivale a la idea absoluta, la idea absoluta superada equivale a la naturaleza, la naturaleza superada equivale al espíritu subjetivo, el espíritu subjetivo superado equivale al espíritu objetivo ético, el espíritu ético superado equivale al arte, el arte superado equivale a la religión y la religión superada al saber absoluto”.
"Manuscritos económico-filosóficos".
Karl Marx, 1844.
Si conozco la religión como conciencia de sí humana enajenada lo que conozco en ella como religión no es mi conciencia de sí sino mi conciencia de sí enajenada confirmada en ella. Así mi propio yo y la conciencia de sí que es su esencia, no se confirman en la religión sino en la abolición y superación de la religión.
“Manuscritos económico-filosóficos”
Karl Marx, 1844.
En su existencia real esta naturaleza en movimiento está oculta. Se revela sólo en el pensamiento, en la filosofía; en consecuencia, mi verdadera existencia religiosa es mi existencia en la filosofía de la religión, mi verdadera existencia política es mi existencia en la filosofía del derecho, mi verdadera existencia natural es mi existencia en la filosofía de la naturaleza, mi verdadera existencia artística es mi existencia en la filosofía del arte, y mi verdadera existencia humana es mi existencia en la filosofía. De la misma manera, la verdadera existencia de la religión, el Estado, la naturaleza y el arte es la filosofía de la religión, del Estado, de la naturaleza y del arte. Pero si la filosofía de la religión es la única existencia de la religión, sólo soy verdaderamente religioso como filósofo de la religión, y niego el sentimiento religioso real y al hombre religioso real. Al mismo tiempo, los confirmo, parcialmente en mi propia existencia o en la existencia ajena que les opongo (porque ésta es sólo su expresión filosófica) y en parte en su propia forma original, puesto que son para mí la alteridad sólo aparente, alegorías, lineamientos de su verdadera existencia (es decir, de mi existencia filosófica) oculta por atavíos sensibles.
“Manuscritos económicos-filosóficos”.
Karl Marx, 1844.
Otro tema que fue re-evaluado por Marx y que trataremos en otra entrada del blog, es la enajenación o alienación. Marx habla de diversas formas de enajenación de la sociedad toda, inmersa en el sistema capitalista de producción. Una de estas formas derivadas es la alienación religiosa, ámbito en el cual Marx continúa la crítica de Feuerbach. Marx considera que las religiones han sido un medio para mantener oprimidas y resignadas las clases más desfavorecidas. La promesa de un más allá mejor debilita las ansias de transformación social, haciendo aceptables situaciones inaceptables. Por todo eso, la religión es «el opio del pueblo»: un narcótico que produce felicidad ilusoria.
Aún así, Marx acepta que es un opio imprescindible para una humanidad que sufre, que busca consuelo. La religión es, también, el «suspiro de la criatura oprimida, el espíritu de un mundo sin corazón, el alma de una situación sin alma», una rebelión contra las relaciones sociales inhumanas, «una protesta contra la miseria real». Nos plantea que más que una crítica a la religión, es preciso una denuncia de las condiciones económicas que hacen necesaria una enajenación religiosa.
Para aquel que se interese más por el tema recomiendo este vínculo. No se presenta una interpretación del tópico sino algunos textos interesantes de Marx, Engels y Juan B. Justo sobre religión.

PREFACIO -"Marx y su concepto del hombre", Erich Fromm,1961-
La filosofía de Marx, como una gran parte del
pensamiento existencialista, representa una protesta
contra la enajenación del hombre, su pérdida de sí
mismo y su transformación en una cosa; es un movimiento
contra la deshumanización y automatización
del hombre, inherente al desarrollo del industrialismo
occidental. Es despiadadamente crítica de todas
las "respuestas" al problema de la existencia humana
que tratan de aportar soluciones por la negación
o simulación de las dicotomías inherentes a ella. La filosofía de Marx tiene sus raíces
en la tradición filosófica humanista de Occidente,
que va de Spinoza a Goethe y Hegel, pasando por los
filósofos franceses y alemanes de la Ilustración y
cuya esencia misma es la preocupación por el hombre
y la realización de sus potencialidades.
Para la filosofía de Marx, que ha encontrado su
expresión más articulada en los Manuscritos económico-
filosóficos, el problema central es el de la existencia
del individuo real, que es lo que hace, y cuya
"naturaleza" se desarrolla y se revela en la historia.
Pero, en contraste con Kierkegaard y otros, Marx
contempla al hombre en toda su concreción, como
miembro de una sociedad y una clase dadas y, al
mismo tiempo, como cautivo de éstas. La plena realización
de la humanidad del hombre y su emancipación
de las fuerzas sociales que lo aprisionan está
ligada, para Marx, al reconocimiento de estas fuerzas
y al cambio social basado en este reconocimiento.
La filosofía de Marx es una filosofía de protesta;
es una protesta imbuida de fe en el hombre, en su
capacidad para liberarse y realizar sus potencialidades.
Esta fe es un rasgo del pensamiento de Marx
que ha sido característico de la actitud occidental
desde fines de la Edad Media hasta el siglo XIX y que
ahora es tan escasa. Por esta misma razón, para
muchos lectores infectados por el espíritu contemporáneo
de resignación y el renacimiento de la idea del
pecado original (en los términos de Freud o de
Niebuhr), la filosofía de Marx parecerá superada, anticuada,
utópica —y por esta razón, cuando no por
otras, rechazarán la voz de la fe en las posibilidades
del hombre y de la esperanza en su capacidad para
llegar a ser lo que potencialmente es. Para otros, sin
embargo, la filosofía de Marx será una fuente de nueva
visión y esperanza.
Grande como es la importancia de la filosofía marxista
como fuente de visión filosófica y como antídoto
contra la actitud generalizada —velada o abiertamente— de resignación, hay otra razón, no menos
importante, para su publicación en este momento.
Una de las ironías peculiares de la historia es que no
haya límites para el malentendimiento y la deformación
de las teorías, aun en una época donde hay
acceso ilimitado a las fuentes; no hay un ejemplo
más definitivo de este fenómeno que lo que ha sucedido
con la teoría de Karl Marx en las últimas décadas.
Se hacen continuas referencias a Marx y al
marxismo en la prensa, los discursos políticos, los
libros y los artículos escritos por estudiosos de
las ciencias sociales y filósofos respetables; no obstante, con pocas excepciones, parece que los políticos
y periodistas jamás han echado siquiera una mirada
a una línea escrita por Marx y que los estudiosos de
las ciencias sociales se contentan con un conocimiento
mínimo de Marx. Aparentemente se sienten seguros
actuando como expertos en este terreno, puesto que
nadie con prestigio y posición en el reino de la investigación
social pone en cuestión sus ignorantes
afirmaciones.
La crítica a Marx es, sin embargo, algo muy distinto del juicio acostumbrado, fanático o condescendiente,
tan característico de las opiniones actuales
sobre él. Estoy convencido de que sólo si entendemos
el sentido real del pensamiento de Marx y podemos
diferenciarlo, en consecuencia, del seudomarxismo
ruso y chino, seremos capaces de entender las
realidades del mundo de hoy y estaremos preparados
para enfrentarnos realista y positivamente a su
reto.
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